Medellín, En el Silencio de las Cigarras

Medellín suena de noche. El sonido de las cigarras retumba en el silencio de la ciudad, escasamente interrumpido por el ruido lejano de algún mofle de moto o carro. Es parte del ambiente y estoy casi segura de que los Paisas ya lo han asimilado en su cerebro a un nivel casi imperceptible, pero cuando vuelves de afuera, se escucha apabullante.

En esas noches, en el silencio de las cigarras, ocurren dinámicas al margen de la legalidad y del consciente colectivo de una gran parte de la ciudad. Cuenta la leyenda urbana que hay túneles debajo de ciertas zonas, por allá en el Norte. Antigua infraestructura del ferrocarril, o catacumbas de antaño, olvidadas por la superficie. Abajo.

ABAJO

Una sociedad que ha sido tan forjada por las dinámicas del narcotráfico, como la nuestra, no solo deja plata, violencia y prostitución. Queda también un residuo negado de nuestra historia: la drogadicción es una enfermedad social con repercusiones tangibles.

Sufren los drogadictos por una falla estructural y por sus propias decisiones también, pero el caso es que para muchos el vicio trunca su destino. Sufre la sociedad porque está enferma, una parte suya no es saludable. Sufre la economía por la gran población no formalmente activa en la legalidad y, por ende, el incremento de la economía informal. Sufre el gobierno porque la inequidad implica un costo de capital social alto y una ineficiencia sistémica que deriva en violencia, inseguridad y resentimiento social.

En Medellín, se gasta más en seguridad, se ahuyenta la inversión extranjera, se fomenta la ilegalidad y toda esa economía no paga impuestos que podrían ser invertidos en el desarrollo de la ciudad, del país. Claro, eso si se atacara el cáncer de la corrupción, que en una etapa tan avanzada ya es muy difícil de tratar.

Abajo muchos terminan por la droga. Abajo hay otra cultura, otra comunidad que no conozco y que no pretendo definir o etiquetar. Otras reglas. Quizás otra moral. Pero somos los mismos y todos respiramos el aire que se respira en la ciudad. Lo que pasa en las alcantarillas, abajo, en ese inframundo, huele.

¿Qué hacer al respecto? ¿Taparnos la nariz? ¿Aromatizar nuestras burbujas? Mientras no me llegue el hedor, arriba, nada que hacer. Pero el crimen abunda y los desaparecidos crecen. Desventurados que estaban en el lugar incorrecto y acabaron picados en el pastel de carne. Extranjeros ingenuos persiguiendo la fiebre del turismo sexual y psicotrópico, que después no aparecen y que sus familiares jamás encuentran. Imposible cuando son tan ajenos a las dinámicas de esta ciudad.

MEDELLÍN, ENTRE LA GENTRIFICACIÓN Y LA INDIGENCIA?

Medellín, la ciudad de la eterna primavera. Una tierra hermosísima de abundancia, gente pujante, tráfico caótico, corrupción, violencia sistémica y mucha desigualdad. Su naturaleza exuberante corresponde a su diversidad. Tantas realidades.

Hoy en día, la indigencia y desigualdad se ven agravadas por un creciente fenómeno: la gentrificación. El turista putero abunda en Medellín. Lo inunda como plaga de langostas atraída por la belleza de sus mujeres y la droga. De repente, los arriendos se triplican y muchos contratos de renta no se renuevan, porque es mejor poner un Airbnb.

Esto conlleva a una gentrificación acelerada y aún no regulada que, en algunos casos, desplaza a los habitantes de los barrios tradicionales a la periferia. Cada vez vemos más familias que se quedan sin casa y sin la posibilidad de rentar algo similar, en la misma zona, o por el mismo precio.

Así, Medellín está re-significando la palabra gentrificación. Pero no todos los turistas son puteros. Muchos generan empleo, contratando locales, creando nuevas oportunidades y aportando con diferentes estilos de liderazgo. Nómadas digitales que escuchan el llamado exótico de nuestras tierras, pero que no nos conocen y quizás nunca entiendan su duradera influencia en esa cotidianidad de la que son parte por tiempo determinado.

Mientras tanto, la ciudad de la eterna primavera se consolida como una capital turística latinoamericana, ofreciendo tanto. Tanto de nuestro ser colombiano, de nuestra historia, sufrimiento, defectos y, sobre todo, de la riqueza de nuestro espíritu.

¡Qué chimba de ciudad!

…pero cómo nos duele.

…Y ENTONCES?

Es muy difícil hablar, dimensionar, estas cosas, estos temas. Pero es clave estudiarlos. Hay que conocer la enfermedad para tratarla. Hay que entender la causa y, sobre todo, hay que seguir un método riguroso para formular una intervención. Las farmacéuticas advierten sobre los efectos secundarios de los medicamentos que producen, y aún así, tienen muchas etapas de prueba y control para aprobarlos.

¿Por qué es diferente con la política social y económica? ¿Por qué no son expertos en la materia los que están liderando la investigación? Ministros y funcionarios públicos verdaderamente preparados y no en el puesto por nepotismo, populismo o clientelismo. Pero más importante aún, ¿por qué no se involucra al paciente?

No se puede tratar socialmente un segmento que no se conoce. Que no se invita a participar. Que no se escucha. Que permanece mudo ante el silencio de las cigarras, cuyo clamor crece hasta que revienta.

Este artículo se basa en las conversaciones que he tenido con ciudadanos de diversas edades, estratos sociales y géneros de Medellín y el área metropolitana del Valle de Aburrá, entre el 2 y el 10 de mayo del 2023. Además, fue influenciado por la crónica periodística escrita por el periodista José Alejandro Castaño en 2004, titulada «La Isla de Morgan» que relata la vida de los indigentes en la ciudad. También, se toma en cuenta la leyenda urbana sobre el canibalismo en las alcantarillas de Medellín, que ha sido objeto de debate entre fake news e investigación social y que circuló en varios medios a finales del 2022.